La montaña duerme tranquila, parece una madre protectora. Un barquero parece llevar a una dama hacia la montaña al igual que Caronte atravesaba las aguas de Aqueronte para trasladar las almas.
En un primer plano un ciclista detiene su caminar para observar todo lo que está aconteciendo ante sus propios ojos, una niña abraza un reloj de arena intentando que no se le escape el tiempo.
Y muy al fondo unas niñas parecen flotar delante de la insólita Dama de Peñacabarga que aparece recostada, desnuda y dormida.
Una preciosa composición onírica llena de sensibilidad y magia, que espero os guste.