La naturaleza es indiferente.
No tiene una intencionalidad emocional conocida, nosotros la proyectamos para adaptar nuestras emociones a esa circunstancia de cada estación.
Comúnmente vemos que la noche y el invierno se parecen. Igualmente, el día y el verano se asemejan.
Los sentidos se adaptan a las circunstancias y por lo tanto las emociones reaccionan a lo que ocurre.
El paisaje es “lo que va con nosotros”.